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La basílica prerrománica
A principios del siglo IX, Alfonso II ordenó construir una iglesia que sirviera de panteón al norte de la basílica destinada al Salvador y los Santos Apóstoles. Estos dos templos formarían un conjunto con la iglesia de San Tirso y la Cámara Santa.
La basílica, advocada a Santa María y con altares dedicados a San Julián y San Esteban, describía una planta basilical de triple cabecera recta. A los pies estaría la tribuna real sobre el espacio destinado a panteón de la monarquía asturiana. Este edificio, que fue el primer panteón de la monarquía hispana, sirvió de modelo para el que se construyó poco después en León dedicado a San Isidoro.
La capilla barroca
A finales del siglo XVII la basílica de Santa María se encontraba en estado ruinoso, por lo que el obispo Fray Tomás Reluz (1697-1706) encargó la construcción de una nueva a Bernabé de Hazas. Contando con el patrocinio real, Hazas trazó un templo de mayores dimensiones que el primitivo, describiendo una planta basilical, de tres naves separadas por gruesos pilares, crucero cubierto por cúpula sobre tambor y cabecera recta. La antigua portada tardogótica del crucero septentrional quedó integrada dentro de la nueva iglesia y sirve de comunicación entre ésta y la catedral.
En los elementos de la cubierta se despliega una profusa decoración vegetal y heráldica, en las pechinas que sostienen el tambor de la cúpula se esculpieron los bustos de los reyes Fruela I, Alfonso II, Ordoño I y Alfonso III.
A los pies de esta capilla, sobre la puerta de entrada, se conservan tres cabezas de un Calvario, esculpidas en piedra y fechadas a finales del S. XII por su paralelismo con las conservadas en la Cámara Santa.
El panteón real
El panteón real se sitúa en el último tramo de la nave norte, allí, tras una reja rematada por el escudo de Felipe V, están los seis sarcófagos que custodian los restos de varios reyes, reinas y príncipes. En el centro está el sarcófago paleocristiano del joven Itacio, del siglo V, reaprovechado durante la época de la monarquía, decorado en su tapa con roleos, un crismón con aves afrontadas y cálices.
La portada tardogótica
La portada tardogótica conserva un grupo escultórico de gran calidad y de raigambre flamenca. El centro de la composición lo ocupa la figura de Cristo resucitado acompañado por dos ángeles que portan instrumentos de la pasión. En las arquivoltas están las esculturas de Santiago, San Pedro, San Pablo y San Andrés, además de los cuatro evangelistas, profetas y reyes del Antiguo Testamento. En el parteluz se colocó, en el siglo XVI, una Virgen de la leche policromada en el siglo XVIII.
Los retablos
El retablo mayor es obra del escultor Antonio Borja (1661-1730). Fue construido entre 1715-1719 utilizándose, por primera vez en Asturias, los soportes de estípites. Está dedicado a Nuestra Señora de las Batallas y en los relieves se representan varias escenas de la vida de la Virgen. En el ático, y flanqueando la escena central donde se representa la Asunción-coronación de la Virgen, aparecen los bustos de los santos reyes Hermenegildo y Fernando III.
El retablo de la Virgen de la Luz está fechado en 1552 y originalmente formaba parte del altar del trascoro de la nave mayor. Fue trasladado a esta capilla con el desmontaje de la estructura tardogótica en 1901. En él destaca la imagen central, la Virgen de la Luz, escultura manierista atribuida a Manuel Álvarez.
A los lados de este retablo se encuentran las esculturas en piedra de San Pedro y San Pablo, labradas hacia 1733-1737 y procedentes, también, del trascoro.
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