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Se concibió como la obra más ambiciosa en aquel momento para la villa, aprovechando su expansión económica basada en la actividad comercial como cruce de caminos entre la Meseta y Santander; cuyo puerto estaba en su máximo apogeo ultramarino; tiempo que iba a cambiar su imagen de villa rural, por una nueva más urbana, recibiendo el título de ciudad, en 1895 de la mano de la reina Mª Cristina. A este impulso se sumó la llegada en 1879, de un párroco emprendedor y capaz de comprender la nueva situación económica y social de Torrelavega, Ceferino Calderón.