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El castillo de Jumilla se alza sobre un cerro desde el que domina la localidad murciana de su mismo nombre, siendo uno de sus símbolos característicos.
Sus primeras fortificaciones proceden de la Edad de Bronce y, debido a su situación privilegiada, se siguió ampliando a lo largo de los siglos. En la Edad de Hierro, los íberos se asentaron en él convirtiéndolo en un gran poblado fortificado. Después, son los romanos los que se hacen con su posesión y fortifican el cerro, construyendo así una parte de la muralla, que aún se conserva hoy en día. De esta época encontramos restos de cerámica “sigillata” del siglo I.
No es hasta siete siglos después, en abril de 713, que los árabes atraviesan Jumilla con su intento de conquista de la península y comienzan la construcción de la fortaleza árabe, sobre las antiguas ruinas romanas. El asentamiento árabe en Jumilla duró cinco siglos, hasta que en el año 1241 fue conquistada por San Fernando, integrándose así por vez primera a la corona de Castilla.
Un año después de la conquista, el rey Alfonso X el Sabio regaló al pueblo una imagen de la Virgen de Gracia por lo que se construyó una ermita, ahora en ruinas, sobre la antigua mezquita árabe.
En 1294, el Reino de Murcia pasa a manos de la corona de Aragón, por lo que el castillo cambia de manos muy a disgusto de los jumillanos. Éstos pidieron al rey de Castilla Pedro I que conquistase el castillo para su corona, a lo que accede la mañana del 27 de abril de 1358. El rey concedió tras la conquista del castillo los privilegios de Carta Puebla a Jumilla y su actual escudo de la ciudad, basado en aquella batalla.
En 1461 el marqués de Villena hizo levantar la fortaleza prácticamente tal como la conocemos actualmente, con tres pisos, sótano y terraza, poniendo en ella su escudo de armas.